domingo, 27 de mayo de 2012

PROMESA CUMPLIDA


NOTITARDE, Valencia, 26 de Mayo de 2012
Reciban el Espíritu Santo (Jn. 20, 19-23)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Con el Domingo de Pentecostés se cierra la pascua, llegamos a los cincuenta días, donde según Los Hechos de los Apóstoles, escrito por Lucas y según la promesa del Señor, la primera comunidad cristiana recibió el Espíritu Santo. (Hech.2,1-11). El evangelista San Juan, resume de forma kerigmática; es decir, como una predicación especial, aquello que hizo y anunció Nuestro Señor Jesucristo. Por eso, Juan une junto a la Resurrección el don del Espíritu Santo que Cristo da a su Iglesia y con lo cual capacita a sus apóstoles para llevar la Buena Noticia del evangelio al mundo entero. Lo que sin duda queda claro en el texto de Los Hechos de los Apóstoles y Juan es que la comunidad cristiana recibió el don del Espíritu Santo, cumpliéndose así la promesa del Señor.
Hay que recordar el ambiente previo a Pentecostés, los cincuentas días que pasaron después de la Resurrección del Señor. Los apóstoles estaban encerrados, ocultos por miedo a los judíos, estaban llenos de pesimismo, su fe se les había apagado, eran incapaces de recordar lo que el Señor les había anunciado, que tenía que padecer, morir y al tercer día resucitar; estaban sumergidos en angustia y desesperanza. Es lo que nos describe el evangelio de Juan. Estando reunidos en un mismo lugar, según lo describe el texto de Los Hechos de los Apóstoles, viene sobre ellos el Espíritu Santo, que en forma de fuego (uno de los símbolos aplicados a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad para significar la vivacidad, la fuerza, el calor que cobija del frío inclemente…) se posa sobre cada uno de ellos y empiezan a hablar en lenguas que quienes los escuchaban (siendo de lugares diversos) los oían hablar en su propio idioma. Esto significa que ahora los Apóstoles llenos de la presencia divina, ungidos con la gracia de Dios, fortalecidos con el poder de Cristo salen a anunciar a todos los pueblos el evangelio de Cristo, a lograr que los hombres conozcan al verdadero y Único Dios manifestado en Jesús y vivan en el amor que es el núcleo de la vida cristiana.
Aquellos hombres cobardes, llenos de miedo, sin fe, una vez que reciben el Espíritu Santo, salen fortalecidos, son capaces de entender lo sucedido, se llenan de valor y salen a predicar que Cristo ha resucitado, que venció la muerte y el pecado y quien se acerca a Él encuentra vida plena y salvación eterna.
El Espíritu Santo, que junto al Padre y al Hijo es Dios, ha estado siempre y está en medio de la Iglesia de Cristo; actúa en ella y por medio de ella, pero sin agotarse en ella. Es Él quien va llevando las riendas de la Iglesia de Cristo, quien la impulsa, santifica, purifica, renueva y la conduce para que con eficacia anuncie el evangelio a todos los hombres. La Iglesia se ve santificada con los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios (dones que de manera especial el cristiano católico recibe el día de su confirmación) y permite que los cristianos que viven sinceramente su fe y según las enseñanzas del Señor, son capaces de dar frutos como manifestación y certeza de vivir en Dios: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad y dominio de sí. También el Espíritu Santo reparte carismas, dones especiales dentro de la Iglesia de Cristo, para que ésta se robustezca, crezca y cumpla con eficacia su misión: Apóstoles, profetas, maestros, doctores… (1 Cor. 12-13), pero el mayor de los carismas o dones es el amor. Un cristiano que vive sin amor o no irradia amor es un cristiano sin vida, sin aliento, sin la presencia del Espíritu Santo que lo mueve a buscar a Dios y a vivir en unidad y comunión con sus hermanos.
Decir que la Iglesia cristiana católica es la Iglesia de Cristo, entre dones, frutos o carismas; es sobre todo porque vive en radicalidad la comunión, la unidad, la fraternidad, el amor sincero (a pesar de los errores y debilidades como comunidad humana que es) para salir a evangelizar y todo esto mediante el Espíritu Santo que la guía y sostiene. Es el Espíritu Santo quien dirige, purifica y fortalece a su Iglesia y como lo ha prometido el Señor, ni el poder del infierno prevalecerá sobre ella. (Mt.16,18).

IDA Y RETORNO: Hoy día de Pentecostés, desde hace varios años, se celebra en Venezuela el día del Seminario, para implorar al Señor que nuestras casas de formación sacerdotal se conviertan en verdaderos cenáculos, donde venga siempre el Espíritu Santo a iluminar, santificar, guiar, purificar y edificar y así se formen verdaderos y santos sacerdotes al servicio del Pueblo de Dios. Que los seminaristas siempre guiados por el Espíritu Santo de Dios aprovechen los siete años de formación que duran en el Seminario para crecer como verdaderos discípulos misioneros que salgan llenos de la presencia de Dios a hacerlo presente en la comunidad cristiana que les toque servir. Pidamos al Señor que bendiga de manera especial a nuestro Seminario de Valencia, Nuestra Señora del Socorro, para que sigamos formando sacerdotes según su corazón y la necesidad de la Iglesia de hoy.

Ilustración: Víctor Lucena

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