jueves, 17 de mayo de 2012

MÉRITO A LA ORDEN

Sol de Margarita, Porlamar, 02 de Mayo de 2012
Medio siglo de libros (I)
La universidad es, por esencia, un ente desarmado; no es como la revolución que está armada, como repite muy a menudo su líder máximo. “Esta revolución es una revolución armada”, ¿recuerdan? La Universidad no.
Rafael Di Prisco 

Seguramente resulta  fastidioso,  necio o idiota para el hombre mezquino y resentido que sólo sabe hablar con insultos cuando se cubre con el manto de una falsa revolución;  pero como hoy vamos a comentar una actividad universitaria, se nos ocurre comenzar diciendo que  al referirnos a  la Universidad (así, en mayúscula) nos transportamos, nos elevamos, y se siente algo sabrosito aquí adentro, en el corazón (otra fastidiosa idiotez, ¿verdad?). Se produce espontáneamente la recurrencia de los versos iniciales del himno de la UCV en los que  se recuerda al campesino, al marinero y hasta al miliciano que va a la guerra pero “con un canto infinito de paz”, y a continuación dice el poeta que la Universidad es “esta casa que vence la sombra/con un canto infinito de paz”. Y hasta  desaparece la tortura de los dolores neuropáticos.

Hasta comprendo a quienes no saben hablar sino con la vacua palabrería cuartelera o el discurso lleno de repetidos insultos de la más baja ralea, y se me amplía peligrosamente la generosidad hasta extremos de entender la irracionalidad de las acciones de las hordas armadas revolucionarias.

Institución sensible a conceptos y principios como democracia, libertad, ciencia, conocimiento, igualdad, la Universidad lo demuestra a diario no solamente mediante la enseñanza y la investigación sino también con hechos y actividades que se proyectan en el tiempo.

Afortunadamente, el ser humano vive en el desconocimiento del futuro, pero esa    ignorancia la suple con la preservación del pasado. Algunos como aquellos espíritus románticos o poéticos se sienten nostálgicos; pero otros, como los historiadores y los científicos, son implacables e insisten en que se trata del registro de los grandes o pequeños momentos de la existencia del hombre, el hombre como especie, sin la diferenciación de género masculino o femenino, que ha puesto de moda la revolución rojo rojita. Pero es evidente que en ese pasado hay ya una semilla que se va a convertir en el hermoso árbol.

La universidad es, por esencia, un ente desarmado; no es como la revolución que está armada, como repite muy  a menudo su líder máximo. “Esta revolución es una revolución armada”, ¿recuerdan? La Universidad no. En la Universidad no caben sino hombres desarmados. Bueno, desarmados de armas de fuego, pero muy bien armados de ideas, pensamiento, sabiduría.

Los párrafos anteriores –que se hicieron un poco extensos, pero no importa, ya estamos pensando en una segunda parte- vienen a colación por el acto de conmemoración de los cincuenta años de EBUC.

¿Y qué es EBUC?, se preguntará más de un lector, Encarnación incluida, tal vez. Pues, sencillamente, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central. ¿Se dan cuenta mis estimados lectores de lo que significa como labor cultural que en un país sin tradición editorial existe una institución que haya dedicado atención, esfuerzo, cariño, amor … y dinero  a publicar libros durante cincuenta años, mientras para los dirigentes  de la revolución no han sido suficientes trece para atender el mantenimiento de las viejas instalaciones eléctricas, sin mencionar que se olvidaron de  que se necesitaban nuevos equipos.

¿Exageración de oligarca majunche? Podría ser, pero como de electricidad sólo he sido consumidor que además paga hasta las multas, pues, no me siento aludido.

Pero se agotó el espacio y termino –por ahora- diciendo que los primeros cuatro libros de EBUC salen a la venta en noviembre de 1961, y en el mismo mes del año pasado se programa un acto académico de celebración de este milagroso acontecimiento que se tuvo que suspender por la violencia revolucionaria. Continuaremos la próxima semana porque es una hermosa lección.

SOL DE MARGARITA, Porlamar, 09 de Mayo de 2012
Medio siglo de libros (II)
El azar nos reservaba una pasantía de estudio en institutos especializados y en universidades estadounidenses (siempre el ineludible imperio) para prepararnos en la organización de servicios bibliotecarios.
Rafael Di Prisco  

Sí, Encarnación. Cincuenta años publicando libros. En este país inconsistente -duele decirlo, pero así lo siento- es un acontecimiento extraordinario que una universidad haya mantenido un ritmo sostenido de producción en esta actividad. Merecería que lo gritáramos a los cuatro vientos. Y había que celebrarlo. Bueno, conmemorarlo, si prefiere. Y como los cincuenta años se cumplían en noviembre del año pasado, pues en ese mismo mes se programó un acto académico que se tuvo que suspender ya que días antes de la fecha fijada, las divisiones de combate de la revolución, muy bien armadas con armas de fuego, se encargaron de crear las condiciones adversas que obligaron a suspender la justa conmemoración.

Pero la voluntad y la razón pueden más que la barbarie revolucionaria, y el pasado jueves 26 en el acogedor vestíbulo de la Biblioteca Central, con el luminoso vitral de Fernand Léger como telón de fondo, se efectuó felizmente el suspendido evento.

Pero recorramos juntos las principales etapas que nos han llevado hasta esta conmemoración. Al final de nuestro anterior comentario señalábamos que los primeros cuatro volúmenes fueron publicados en noviembre de 1961, pero episodios de la vida personal de varios actores –entre ellos el suscrito- de unos años antes habían estado incidiendo en el nacimiento de la editorial, aunque sin imaginarlo ninguno de ellos. Son las cosas estimulantes que nacen de la incertidumbre y desconocimiento que se encierran en el futuro cuando se convierten en realidades y recuerdos del pasado: el nostálgico arco de la vida.

Nadie podía imaginar lo que nos deparaba el futuro cuando en el verano de 1957, en compañía de don Carlos, recorríamos las suaves colinas toscanas, esas que atesoran la riqueza de los viñedos que desde siglos producen ese milagro para el paladar que son el Brunello y el Chianti. Se estaba gestando, sin que lo advirtiéramos, un modesto pero estimulante compromiso con la UCV, que iba a convertirse con el tiempo en esa emoción indestructible que es “toda una vida universitaria”.

El azar nos reservaba una pasantía de estudio en institutos especializados y en universidades norteamericanas (siempre el ineludible imperio) para prepararnos en la organización de servicios bibliotecarios, en la ignorancia de que poco tiempo después, estaríamos de regreso para incorporarnos al personal docente de la institución y asumir “ad honorem” la Dirección de la Biblioteca Central.

Digo esto por lo del policamburismo, por si acaso algún inquieto mal pensado se siente tentado a torcidas interpretaciones.

Como la recién instalada Imprenta Universitaria no tenía la debida ubicación en la estructura administrativa, el rector De Venanzi decidió adscribirla a la Biblioteca Central. Entonces nos dimos cuenta que el destino nos había puesto en las manos todos los pretextos para fundar una editorial: primero, el trabajo del personal docente y de investigación que producía los textos; segundo, el taller de la imprenta que produciría los libros, y tercero, los servicios bibliotecarios que servían de infraestructura sobre la cual descansaría la distribución de las publicaciones.

Afortunadamente disponíamos de la entusiasta colaboración de Antonio Pasquali, Jefe del Servicio Audiovisual de la Biblioteca Central, y en poco más de un año de trabajo se comenzaran a ver los frutos de la dedicación de la Comisión Asesora compuesta por los profesores Germán Carrera Damas, José Moreno, Juan Nuño, Augusto Bonazzi y Blas Bruni Celli. Se había logrado constituir EBUC, la primera empresa editorial universitaria.

Pero nuevamente se agota el espacio. Prometo terminar la historia la próxima semana.

Sol de Margarita, Porlamar, 15 de Mayo de 2012
Medio siglo de libros (y fin)
Fue preciso combatir con paciencia y firmeza una tradición muy arraigada en el medio académico, que hacía difícil la colocación del libro en las estanterías de las librerías a las que había que garantizar que no se continuaría la mala costumbre de regalar libros.
Rafael Di Prisco 

Un párrafo inicial dedicado al legítimo orgullo nacional bien cimentado. Debido y  emocionado reconocimiento a Pastor Maldonado por esa victoria del pasado domingo en la Fórmula 1, por delante del campeón mundial Fernando Alonso de la escudería Ferrari, precisamente en la pista española.  Pero también otro reconocimiento cargado de emoción y sentimiento al sistema de orquestas sinfónicas, bajo la orientación del Maestro José Antonio Abreu. Primero, felicitaciones al margariteño José Ángel Salazar por su distinción como “Director más joven”. Segundo, sonoros aplausos a la Orquesta Sinfónica del Estado bajo la dirección del Maestro Izcaray, sobre todo por la impecable y rítmica interpretación de los mambos de Pérez Prado. ¡Bravo, Maestro!

Pasemos ahora a finiquitar nuestra pequeña historia de la fundación de EBUC. Finalizaba la anterior nota con el feliz señalamiento de la constitución de EBUC como la primera empresa editorial universitaria. Habíamos logrado agarrar el gato, pero había que ponerle el cascabel;  no podíamos soltarlo sin el cascabel, en la cola o en el cuello, no importaba dónde. Debíamos, entonces, emprender la organización de la etapa final que consistía en la comercialización del libro pues había que ponerla a funcionar de acuerdo con los mecanismos del mercado librero.

Pero había  dos grandes obstáculos que se debían superar: uno, desvincular el producto libro de la estructura académica del editor; es decir, que la institución actuaba exclusivamente como  editor pero no avalaba el contenido de la obra. Visto desde ahora –futuro de ese entonces- era una tontería, que con el tiempo no sólo se ha aceptado sino se han comprendido las razones de nuestra posición. De lo que se trataba era de no seguir imprimiendo  los libros con la lista de las autoridades académicas, desde rectores hasta directores de escuela o departamentos. Eso era todo, más nada. Costó mucho trabajo -y hasta alguna enemistad pasajera- pero poco a poco se impuso la nueva norma.

El segundo obstáculo fue suspender “la regaladera” de libros, e iniciar una intensa campaña de venta exclusivamente a través de las librerías, que son los canales ordinarios del mercado. No podíamos mantener la vieja costumbre que consistía en imprimir libros y alimentar inmensos e inútiles depósitos de libros no vendidos por inexistencia de mecanismos de venta. Había que acabar con la tradición e iniciar una nueva etapa  de comercialización,  que se logró a través de la organización del Servicio de Distribución de Publicaciones que no solamente serviría de red de venta de los libros de EBUC sino que estaría en condiciones de asumir la responsabilidad de centralizar la distribución de todo el caudal editorial de la UCV encabezado por la Dirección de Cultura, OBE, el Rectorado y las Facultades, entre las que se destacaban Humanidades, Economía y Derecho. Simplemente, poner en práctica el adagio aquel de que “en la unión está la fuerza”.

Fué preciso combatir con paciencia y firmeza contra una tradición muy arraigada en el medio académico, que hacía difícil la colocación del libro en las estanterías de las librerías a las que había que garantizar que no se continuaría con la mala costumbre de regalar libros. Habría promoción publicitaria y se obsequiarían ejemplares entre especialistas que escribían notas o recensiones en diarios y en revistas especializadas, pero el público general interesado en obtener el libro debía buscarlo en las librerías y comprarlo.

No fue tarea fácil. Aunque se  contaba con el respaldo del equipo rectoral que dirigían los doctores Francisco De Venanzi y Jesús María Bianco fue necesario luchar y convencer a mucha gente amiga, que sentían algo así como si se les estuviera arrancando algo que en el pasado parecía pertenecerles.

Tarea cumplida. Con el transcurrir de los años quedó demostrado que los proyectos desarrollados en equipo dejan de tener nombres personales para asumir el de una colectividad, en este caso la Universidad Central de Venezuela.

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